sábado, 18 de agosto de 2018

"La vida no es un test de Rorschach sino un enigma. Y lo que yo llamo deseo de sentido va más

allá de la simple aprehensión de una figura”.

Viktor Frankl.


Lo que cura es el vínculo. El vínculo, la relación… después vendrán las técnicas. Si priorizamos las técnicas dejamos de lado a la persona, si nos encontramos realmente con el hombre necesitado de ayuda, la técnica vendrá en el momento adecuado, no como la protagonista del encuentro.


Inspirado en Heidegger, Sartre, Martin Buber y en la fenomenología de Husser, Ludwig Binswanger crea la Psicoterapia Existencial, una rama de la Psicología. Binswanger nace en Suiza en 1881 y fue un distinguido psicólogo. Uno de los objetivos que platea en la terapia existencial es que el paciente experimente su existencia como real, perciba sus potencialidades y capacidades para actuar con base en ellas. Propone que el encuentro entre terapeuta-paciente se base en el amor y exista una relación de amistad recíproca entre ambos. El amor es el valor universal más importante, viviendo en el amor se desarrolla la empatía y la compasión. La empatía es sentir lo que otros están experimentando y resonar con ellos. Cuando conocemos a alguien lleno de alegría, también experimentamos alegría. Lo mismo se aplica al sufrimiento; por medio de la empatía experimentamos el sufrimiento que está padeciendo otra persona.


Aunque en nuestros tiempos la psicología existencial se practica a gran escala los individuos nos hemos olvidado de llevar esta práctica al día a día con quienes nos rodean. Se ha demostrado 
que la manera efectiva para lidiar con este problema es cultivar amor y compasión incondicionales hacia la persona que está sufriendo. Mientras más experimenta una persona la compasión y bondad con amor, más progresa hacia el bienestar auténtico, y se vuelve disponible para otros de manera incondicional.
El termino humanismo se usó por primera vez en Italia durante el siglo XIV haciendo referencia a una corriente artística, cultural y filosófica cuya característica fundamental es el interés por el ser humano. Posteriormente a mediados del siglo XX vuelve a emplearse el término con el surgimiento de la Psicología Humanista. La psicología humanista tiene su origen en Estados Unidos, oficialmente se reconoce desde 1962. Surge de la visión de un colectivo de pensadores y psicólogos que coincidían en la idea de la creación de un nuevo enfoque ante el predominio de la psicología conductista y el psicoanálisis de Freud, sus principales exponentes fue Abraham Maslow y Carls Rogers.


La psicología humanista trata precisamente de humanizar la psicoterapia, de ver al paciente como cliente, muestra respeto por la esencia de la persona humana, donde la curación no es producto de la sabiduría y trabajo del terapeuta, sino de la capacidad de autorrealización, auto sanación, autodeterminación del sujeto, si está en condiciones favorables. El propósito de la psicología humanista es muy similar al de la Logoterapia en cuanto a no estar de acuerdo en las tendencias mecanicistas de la psicoterapia. Es una terapia centrada en la persona, en crear

empatía con el cliente, brindarle las herramientas para sanarse y acompañarlo en el proceso de descubrir su sentido de vida.


En resumen consiste en ir descubriendo y reconociendo el camino singular, el propio e intransferible de cada persona; reconducir la dirección tras cada uno de los inevitables desvaríos, alentar la marcha, propiciar el encuentro definitivo con uno mismo y el ajuste permanente del propio equilibrio existencial.



Bibliografía


De Barbieri, A. (2014). Ayuda psicológica en México. Logoterapia: Lo que cura es el vinculo. Recuperado de: http://psicologos.mx/logoterapia-lo-que-cura-es-el-vinculo.php

Pinzón, F. (Primera edición) (2014). Taller de Psicología Humanista. Fpinzon&Lul.

M. Ricard. (2018) Logoforo.com. La empatía y el cultivo de la compasión. Recuperado de: http://logoforo.com/category/articulos/psicologia-humanista/
Fernanda Sánchez

Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (IV Cohorte).

Instituto Venezolano de Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”

domingo, 5 de agosto de 2018

La esperanza en Gabriel Marcel. Una mirada desde nuestra situación actual.



Por: Betsy Betancourt

Antes de comenzar a hablar de la esperanza es fundamental observar, en primer lugar, a la desesperanza como trampolín u oportunidad del hombre cuando toca fondo del plano metafísico para la superación de la misma, y cómo la desesperanza interviene de modo influyente en el ser humano, siendo un hilo muy delgado entre la salvación y la muerte. El ser humano ha sido influenciado en su mayor parte en un entorno psicosocial en el cual el “tener”, jerárquicamente, es más importante que el “ser”, siendo el mismo hombre guardián de objetos externos para así lograr obtener la sensación de seguridad, poder, opulencia y pertenencia, obsesionado en rescatar aquello que no ha perdido y en recuperar lo que ha perdido, he aquí cuando se prueba el carácter del hombre en sus capacidades, aptitudes y actitudes, de cómo éste se enfrenta responsablemente ante las situaciones presentadas. Según Marcel (citado por O’Callaghan, 1989, p. 58) “la desesperanza consiste en reconocer la ineficacia última de las técnicas", de no ser reconocida ninguna de estas técnicas, entonces el hombre se mantendrá sumergido en un callejón oscuro y sin salida.

En los tiempos actuales en la sociedad venezolana para ser específica, muchas personas están experimentando la desesperanza, en vista de que han percibido y vivenciado la sensación de pérdida, de aquello que tenían y que ahora ya no está, y con la perenne incertidumbre en el no saber si lo volverán a tener. Esta sensación de pérdida puede estar relacionada con valores de estética o ética, como también pueden estar relacionados con objetos materiales, dinero, empleos, estatus sociales, etc, aquello por lo que se trazaban una meta a alcanzar y por lo que consideraban su sentido de vida, la solución encontrada a esta situación ha estado en la emigración geográfica o, en sus casos extremos, el suicidio.
En este ensayo, plasmaré cómo el hombre se puede perder en sí mismo ante la ausencia de las esperanzas trascendentales, otorgando la desvalorización de la existencia humana y la libertad en la dimensión espiritual, ya que a mi parecer la esperanza es un acto singular, vinculado desde la toma de consciencia responsable sobre la vida misma, y exenta de toda codependencia en la esperanza misma. Entonces, ¿está el hombre consciente de sí mismo en querer tocar el fondo del


plano metafísico a través de la desesperanza para así alcanzar una esperanza individual espiritual y libre de todo cautiverio?
Cabe preguntarse, ¿cuáles son las actitudes interiores que maneja el hombre ante una situación desesperanzada? El entorno es un factor sugestionable en la psique del hombre –si éste así lo permite–, por lo que se requiere de toda disposición actitudinal y fenomenológica para que el entorno no interfiera en nuestros estados emocionales, valores y creencias, ya que un pensamiento sugestionable suprimido de toda intencionalidad positivista, ¿cómo puede desencadenar la desesperanza cautivando toda esperanza perdida?, y es allí cuando el hombre pierde toda esperanza ante su entorno y en sí mismo, para lograr avanzar hacia el encuentro con su propio ser; y si éste carece de la madurez espiritual en discernir el cómo va a experimentar la desesperanza y en cómo posibilitarla como un trampolín de superación para alcanzar una esperanza pura y victoriosa exenta de toda codependencia externa.
Desde este punto de vista, la esperanza será un acto consciente y responsable, el cual le permite al hombre decidir traspasarse hacia el plano metafísico, porque hasta la misma esperanza puede ser un acto codependiente en sí, sólo si dependemos de ella misma, objetando que estar en la “espera de” o el “yo espero”, suprimiendo como consecuencia aquellas acciones individuales estimuladoras de cambios transformacionales intrínsecos. Dicho pues por Marcel (2005, p. 51)
“quien espera y quien, ya lo hemos visto, está sufriendo una cierta prueba semejante a un modo de cautividad
¿acaso no tiende a tratar esta prueba, a enfrentarse con ella como el paciente mismo se sirve de ella con este yo menor, con este yo por educar y gobernar, tratando sobre todo de no dejarse crispar, o por el contrario encabritarse, liberarse, prematura e indebidamente? Desde este punto de vista la esperanza consistirá en considerar la prueba primeramente como parte integrante de uno mismo, y al mismo tiempo como destinada a suprimirse y transformarse dentro de un cierto proceso creador”.
Es necesario y pertinente que si el hombre busca elevar sus niveles de pensamientos para alcanzar una esperanza pura, haga consciencia de sí mismo y que no es el “tener” lo que lo acercará a Dios para otorgarle una vida trascendental y espiritual. Dice el filósofo francés que
“la verdad es que solo puede haber, propiamente hablando, esperanza donde interviene la tentación de desesperar; la esperanza es el acto por el cual esta tentación es activa o victoriosamente superada, sin que quizá esta victoria vaya acompañada necesariamente de un sentimiento de esfuerzo: incluso yo llegaría a afirmar que este sentimiento no es compatible con la esperanza pura”. (2005, p. 48)
….En el entorno sociocultural actual venezolano, hay un grupo de la población que maneja un mensaje desesperanzador, oscilando en la no posibilidad de surgir o en el “no tener”, pero ¿hasta


qué punto, me conecta con mi propio ser la opulencia y la ostentación si no me hago responsable de mí mismo y como ser humano existente? Como ya he dicho, esta situación es palpable al mirar en las noticias la decisión de emigrar que han tomado muchos venezolanos o ejecutando planes para salir del país. Caso extremo de desesperanza los que se quitan la vida por la falta de sentido y pérdida de las esperanzas.
Desde mi perspectiva, alejarnos de Dios o no tener a Dios presente es dejar una puerta abierta al distanciamiento noóetico, la libertad espiritual es la que nos conducirá a optar por una actitud esperanzadora y pura, libre de cargas y de codependencias, porque no podemos esperar que nuestro entorno accione o que llegue el día perfecto, sólo la fe en Dios es la que nos permitirá tener una esperanza plenamente existencial. Para concluir, considero que es importante distinguir la utilidad que le damos a la esperanza y cómo hacemos conciencia sobre ella, donde también el entorno puede ser un factor saboteador a través de la sugestión en nuestro modo de gestionar la esperanza pura. Nadie puede decirme si puedo o no puedo, desde mis sentidos perceptivos, habilidades y capacidades y potencialidades, puedo discernir y decidir qué mensaje es útil y cual no, cada vez me hago más consciente que el “tener” tiene una finalidad y un propósito de utilidad temporal, pero que la esperanza nadie me la puede inhibir y menos la esperanza transcendental.
Finalizo con estas de palabras de Marcel (2005, p. 20): “¿Qué se puede decir, sino que en primer lugar no hay esperanza más que al nivel del nosotros, del ágape, y no al nivel de un yo solitario que se obnubilaría con sus fines individuales? Esto quiere decir que es ilegítimo confundir esperanza y ambición, pues no pertenecen a la misma dimensión espiritual”.


Bibliografía.

Marcel, Gabriel (2005) Homo viator. Prolegómenos a una metafísica de la esperanza: Salamanca: Sígueme.
O’Callaghan, P. (1989) “La metafísica de la esperanza y del deseo en Gabriel Marcel”. Anuario Filosófico, 22, pp. 55-92.

Betsy Betancourt
Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (IV Cohorte).

Instituto Venezolano de Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”

La logoterapia en mi cotidianidad

     La primera vez que escuché hablar de Logoterapia, fue en mi segundo año de residencia en el postgrado de psiquiatría, estudios ...