Por: Betsy Betancourt
Antes de comenzar a hablar de la
esperanza es fundamental observar, en primer lugar, a la desesperanza como
trampolín u oportunidad del hombre cuando toca fondo del plano metafísico para
la superación de la misma, y cómo la desesperanza interviene de modo influyente
en el ser humano, siendo un hilo muy delgado entre la salvación y la muerte. El
ser humano ha sido influenciado en su mayor parte en un entorno psicosocial en
el cual el “tener”, jerárquicamente, es más importante que el “ser”, siendo el
mismo hombre guardián de objetos externos para así lograr obtener la sensación
de seguridad, poder, opulencia y pertenencia, obsesionado en rescatar aquello
que no ha perdido y en recuperar lo que ha perdido, he aquí cuando se prueba el
carácter del hombre en sus capacidades, aptitudes y actitudes, de cómo éste se
enfrenta responsablemente ante las situaciones presentadas. Según Marcel
(citado por O’Callaghan, 1989, p. 58) “la desesperanza consiste en reconocer la
ineficacia última de las técnicas", de no ser reconocida ninguna de estas
técnicas, entonces el hombre se mantendrá sumergido en un callejón oscuro y sin salida.
En los tiempos actuales en la sociedad
venezolana para ser específica, muchas personas están experimentando la
desesperanza, en vista de que han percibido y vivenciado la sensación de
pérdida, de aquello que tenían y que ahora ya
no está, y con la perenne incertidumbre en el no saber si lo volverán a
tener. Esta sensación de pérdida puede estar relacionada con valores de
estética o ética, como también pueden estar relacionados con objetos
materiales, dinero, empleos, estatus sociales, etc, aquello por lo que se
trazaban una meta a alcanzar y por lo que consideraban su sentido de vida, la
solución encontrada a esta situación ha estado en la emigración geográfica o,
en sus casos extremos, el suicidio.
En este ensayo, plasmaré cómo el hombre
se puede perder en sí mismo ante la ausencia de las esperanzas trascendentales,
otorgando la desvalorización de la existencia humana y la libertad en la
dimensión espiritual, ya que a mi
parecer la esperanza es un acto singular, vinculado desde la toma de
consciencia responsable sobre la vida misma, y exenta de toda codependencia en
la esperanza misma. Entonces, ¿está el hombre consciente de sí mismo en querer
tocar el fondo del
plano
metafísico a través de la desesperanza para así alcanzar una esperanza
individual espiritual y libre de todo cautiverio?
Cabe preguntarse, ¿cuáles son las
actitudes interiores que maneja el hombre ante una situación desesperanzada? El
entorno es un factor sugestionable en la psique del hombre –si éste así lo
permite–, por lo que se requiere de toda disposición actitudinal y
fenomenológica para que el entorno no interfiera en nuestros estados
emocionales, valores y creencias, ya que
un pensamiento sugestionable suprimido de toda intencionalidad positivista,
¿cómo puede desencadenar la desesperanza cautivando toda esperanza perdida?, y
es allí cuando el hombre pierde toda esperanza ante su entorno y en sí mismo,
para lograr avanzar hacia el encuentro con su propio ser; y si éste carece de
la madurez espiritual en discernir el cómo va a experimentar la desesperanza y
en cómo posibilitarla como un trampolín de superación para alcanzar una
esperanza pura y victoriosa exenta de toda codependencia externa.
Desde este punto de vista, la esperanza
será un acto consciente y responsable, el cual le permite al hombre decidir
traspasarse hacia el plano metafísico, porque hasta la misma esperanza puede
ser un acto codependiente en sí, sólo si dependemos de ella misma, objetando
que estar en la “espera de” o el “yo espero”, suprimiendo como consecuencia
aquellas acciones individuales estimuladoras de cambios transformacionales
intrínsecos. Dicho pues por Marcel (2005, p. 51)
“quien espera y quien, ya lo hemos visto,
está sufriendo una cierta prueba semejante a un modo de cautividad
¿acaso no tiende a
tratar esta prueba, a enfrentarse con ella como el paciente mismo se sirve de
ella con este yo menor, con este yo por educar y gobernar, tratando sobre todo
de no dejarse crispar, o por el contrario encabritarse, liberarse, prematura e
indebidamente? Desde este punto de vista la esperanza consistirá en considerar
la prueba primeramente como parte integrante de uno mismo, y al mismo tiempo como
destinada a suprimirse y transformarse dentro de un cierto proceso creador”.
Es necesario y pertinente que si el
hombre busca elevar sus niveles de pensamientos para alcanzar una esperanza
pura, haga consciencia de sí mismo y que no es el “tener” lo que lo acercará a
Dios para otorgarle una vida trascendental y espiritual. Dice el filósofo
francés que
“la
verdad es que solo puede haber, propiamente hablando, esperanza donde
interviene la tentación de desesperar; la esperanza es el acto por el cual esta
tentación es activa o victoriosamente superada, sin que quizá esta victoria
vaya acompañada necesariamente de un sentimiento de esfuerzo: incluso yo
llegaría a afirmar que este sentimiento no es compatible con la esperanza
pura”. (2005, p. 48)
….En el entorno sociocultural actual venezolano, hay un
grupo de la población que maneja un mensaje desesperanzador, oscilando en la no
posibilidad de surgir o en el “no tener”, pero ¿hasta
qué punto, me conecta con mi propio ser la opulencia y la
ostentación si no me hago responsable de mí mismo y como ser humano existente?
Como ya he dicho, esta situación es palpable al mirar en las noticias la
decisión de emigrar que han tomado muchos venezolanos o ejecutando planes para
salir del país. Caso extremo de desesperanza los que se quitan la vida por la
falta de sentido y pérdida de las esperanzas.
Desde mi perspectiva, alejarnos de Dios
o no tener a Dios presente es dejar una puerta abierta al distanciamiento
noóetico, la libertad espiritual es la que nos conducirá a optar por una
actitud esperanzadora y pura, libre de cargas y de codependencias, porque no
podemos esperar que nuestro entorno accione o que llegue el día perfecto, sólo
la fe en Dios es la que nos permitirá tener una esperanza plenamente
existencial. Para concluir, considero que es importante distinguir la utilidad
que le damos a la esperanza y cómo hacemos conciencia sobre ella, donde también
el entorno puede ser un factor saboteador a través de la sugestión en nuestro
modo de gestionar la esperanza pura. Nadie puede decirme si puedo o no puedo,
desde mis sentidos perceptivos, habilidades y capacidades y potencialidades,
puedo discernir y decidir qué mensaje es útil y cual no, cada vez me hago más
consciente que el “tener” tiene una finalidad y un propósito de utilidad
temporal, pero que la esperanza nadie me la puede inhibir y menos la esperanza transcendental.
Finalizo con estas de palabras de Marcel
(2005, p. 20): “¿Qué se puede decir, sino que en primer lugar no hay esperanza
más que al nivel del nosotros, del ágape,
y no al nivel de un yo solitario que se obnubilaría con sus fines individuales?
Esto quiere decir que es ilegítimo confundir esperanza y ambición, pues no
pertenecen a la misma dimensión espiritual”.
Bibliografía.
Marcel, Gabriel
(2005) Homo viator. Prolegómenos a una
metafísica de la esperanza: Salamanca: Sígueme.
O’Callaghan, P. (1989) “La metafísica de la esperanza y
del deseo en Gabriel Marcel”. Anuario Filosófico, 22, pp. 55-92.
Betsy Betancourt
Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (IV Cohorte).
Instituto Venezolano de Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”
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