domingo, 29 de julio de 2018

Venezuela y el contexto del libro “El Hombre en busca de Sentido”

     El ser humano posee, desde una gran cantidad de teorías y posturas, la capacidad innata de sobreponerse a cualquier situación que la vida (dentro de sus misterios y cuestiones que aún nos cuesta comprender) le hace experimentar en diferentes circunstancias, incluso por encima del ámbito biológico (en referencia al instinto de supervivencia natural). “Trascender” es una palabra que tomará mucho protagonismo en los siguientes párrafos, llevado a diferentes ámbitos en lo que a “ir más allá” y “superarse” se refiere, pues, el siguiente autor de quién tendré el gusto de escribir, hace de la trascendencia personal algo capaz de romper hasta con el concepto de sufrimiento más ortodoxo y extremo posible. Se trata de Viktor Frankl, un psiquiatra y psicoterapeuta cuya destacada experiencia existencial dentro de los campos de concentración nazi, le llevaron a trascender, no de manera forzada sino más bien, de forma voluntaria y decidida, cada uno de los aspectos de la vida humana que se ven violentados y casi destruidos dentro de estos campos, al punto de no solo ser un sobreviviente de dichos lugares, sino de haberle dado un enorme sentido a lo que anteriormente eran ideas apuntadas en notas, y que hoy es uno de los enfoques humanistas - existenciales más relevantes, así como su gran obra: “El Hombre en Busca de Sentido”.
    
     Para todos aquellos acontecimientos, experiencias, hechos o historias donde una persona fue capaz de sobreponerse ante una circunstancia catastrófica o de mucho sufrimiento, bien sea de carácter emocional o físico, se emplea siempre el término “resiliencia”, el cual define bien este tipo de experiencias, o mejor dicho, la capacidad del ser humano frente a ellas. Pero cuando pienso en el Dr. Viktor Frankl, siento que “resiliencia” deja muchos espacios que quedarían sin ser contados, por eso empleo palabra “trascendencia”, pues como bien mencioné antes, en los campos de concentración la vida humana pierde valor, al punto de ser reducida a un simple número (prisionero Nro. 119.104 para Frankl) por lo tanto, ser resiliente no es suficiente en este contexto, hay que ir mucho más allá  y esto fue lo que hizo Frankl.
     
     Hoy en día, y en nuestro contexto venezolano, existen dos tipos de campos de concentración, que probablemente puedan existir también en otros países en crisis o situaciones similares. Estos son: los campos de concentración colectivos y los personales. Para los primeros, existen sufrimientos colectivos que, como ciudadanos de un mismo país, nos afectan de manera común, los cuales aplican desde lo macro: servicios públicos, gobernantes, sistema educativo, sistema judicial, economía, entre otros, cuyo mal funcionamiento y corrupción que les caracteriza es razón y motivo suficiente para un malestar común en todos sus aspectos. Sin embargo, respecto a los segundos, los campos de concentración personales, pueden llegar a implicar mucho más sufrimiento que los colectivos  (aunque en algunos casos ambos están directamente relacionados) donde el aspecto emocional o físico tienen un papel fundamental según sea el caso. Curiosamente, Frankl vivió ambos de forma simultánea, pues era uno de muchos prisioneros dentro de un mismo infierno, donde también experimentó la lucha personal contra el sufrimiento.
      
     Decía Frankl en su libro: “Nada teníamos ya, salvo nuestros cuerpos mondos y lirondos (incluso sin pelo) literalmente hablando, lo único que poseíamos era nuestra existencia desnuda” (p. 34). Si bien en su contexto esta frase nos plasma una imagen mental de lo que sucedía en dichos campos, la misma nos lleva a preguntarnos: ¿vivimos hoy algo diferente a lo que el doctor Frankl experimentó dentro de los campos? Desde un punto de vista personal, pienso que no hay mucha diferencia, ni desde lo colectivo ni tampoco desde lo personal. Ahora bien, conocemos la historia, conocemos los oscuros detalles de aquél entonces y los que día a día vivimos en nuestra actualidad, ¿es entonces el sufrimiento una experiencia humana inevitable bajo cualquier contexto? Viktor Frankl responde a esto de manera afirmativa, diciendo que el sufrimiento es parte de la experiencia existencial de la vida en sí misma, pero también dice que el ser humano puede decidir o elegir la actitud con la que va a afrontar dicho sufrimiento para encontrarle un sentido. Y esto aplica para ambos tipos de campos, y para los dos siempre habrá, sea cual sea el contexto, la posibilidad de trascender dicho sufrimiento y aprender o crear algo nuevo a partir de ello.

         Frustración existencial, neurosis noógena y vacío existencial son solo algunos de los síntomas que se repiten históricamente, desde el holocausto hasta nuestra actualidad, incluso, con la situación de Venezuela. Así como en su momento Viktor Frankl se sobrepuso a ellas, bajo una serie de habilidades y capacidades propias del ser humano, asimismo el venezolano puede trascender el sufrimiento de nuestra crisis actual. Ahora bien, lograr que cada uno descubra sus capacidades de trascender es una tarea que, así como en los campos de concentración, corresponde una responsabilidad colectiva y personal. Desde lo colectivo, especialmente, los profesionales de la salud mental en ejercicio, tenemos la responsabilidad de llevar al paciente a un profundo y existencial “darse cuenta”, dentro de sus malestares emocionales y sufrimientos. Desde lo personal, Viktor Frankl nos enseña que a pesar de lo que una situación pueda arrebatarle a una persona, ésta siempre va a tener la opción y la voluntad de tomar una decisión frente a ello, así como también decidir la actitud con la que afrontará dicha experiencia y lo que ella deje en su vida.
     
     Finalmente, y apoyándome en la filosofía de vida del Dr. Frankl, el ser humano tendrá siempre herramientas con las cuales podrá enfrentar lo que sea, bajo cualquier circunstancia. Algunos poseemos herramientas externas que se relacionan directamente con las internas, como por ejemplo el arte o el deporte. Aferrarnos a aquello que representa de manera tangible algo tan complejo como nuestra esencia puede llegar a ser, en instancias de campos de concentración personales, lo único que nos mantenga vivos dentro de él y encontrarle sentido al sufrimiento. Vivimos en tiempos de una extraña postmodernidad, en una especie de cultura de la muerte y de la deshumanización, por lo que cada día urge con más intensidad la presencia de la Logoterapia en Venezuela y en el mundo, aun considerando que ésta no es la cura de todos los males, en el contexto actual es, si se quiere, una de las corrientes psicoterapéuticas más necesaria en estos tiempos.


Referencias Bibliográficas
Frankl, V. (2001). El Hombre en Busca de Sentido. Vigésima primera edición.
Barcelona: Editorial Heder

Héctor J. Guillén
Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (III Cohorte).
Instituto Venezolano de Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”

miércoles, 18 de julio de 2018

Buscando sentido en la incertidumbre


Por: Renzo Salazar

La mayoría de los seres humanos orientamos nuestra vida hacia un futuro de posibilidades. En situaciones ambientales favorables nos resulta cómodo desarrollar proyectos de crecimiento personal y profesional que satisfagan nuestras necesidades de autorrealización. Cuando sentimos que el entorno es seguro nos lanzamos a la conquista de nuestro destino con confianza y determinación. Los escenarios positivos se convierten en aliados de nuestros objetivos vitales. Ahora, ¿qué sucede cuando alrededor de nuestra vida surgen situaciones adversas inesperadas e imprevisibles que no parecen tener final?, ¿cómo miramos el futuro cuando el contexto social nos sumerge en un estado de duda, inseguridad y falta de control sobre los acontecimientos del presente? Basado en la experiencia extrema del psiquiatra austríaco Viktor Frankl en su ya conocido cautiverio en campos de concentración nazi, disertaré desde mi realidad existencial sobre las posibilidades únicas que podemos descubrir en una situación externa antagonista de final incierto.

Para aquellos que como yo, por circunstancias históricas nos ha tocado vivir en la Venezuela de los últimos dos decenios, hemos estado enfrentando un singular trance en la línea de tiempo de la historia contemporánea de la nación cargado de intensas experiencias emocionales por el particular clima de “neurosis colectiva” provocado, entre otras cosas, por el evidente deterioro de la calidad de vida de la inmensa mayoría de la población del país. Es así como los sentimientos de ira, miedo, ansiedad, frustración, tristeza y melancolía parecen manifestar signos preocupantes para la salud psíquica, física y social del venezolano. Un fenómeno sociológico que está siendo observado con seriedad por especialistas en sus áreas, más aún cuando se percibe que la llamada “situación país” no tendrá una pronta solución por el desconocimiento que se tiene del tiempo en que terminará esta situación de la existencia.
De allí que, ante este debilitamiento moral, cada vez es más frecuente escuchar expresiones saturadas de la incertidumbre que produce el final del “cautiverio”. En mis conversaciones me han planteado cosas como ¿qué va a pasar con el futuro de mi familia? ¿Qué sentido tiene estudiar y prepararse? ¿Para qué fijarse objetivos y hacer planes para el futuro? ¿Para qué emprender negocios en la actualidad? Para muchos, la falta de control sobre el entorno, el no


saber qué puede ocurrir con las opciones planteadas y no poder vislumbrar un final claro, significa que todo proyecto personal o profesional queda suspendido o pierde sentido, y con ello queda frustrada la búsqueda de la autorrealización. Esto nos remite a la condición incierta de la vida de los prisioneros del lager1 que Frankl denominaba “existencia provisional cuya duración se desconoce”2, caracterizada por lo imprevisible y la ausencia de seguridad para plantearse objetivos vitales y tomar decisiones de cara al futuro.
Ante las frustraciones del presente y la ausencia de metas futuras, cual prisioneros mentales de un pasado que se nos fue y de un mañana que aun no termina de llegar, muchos venezolanos evadimos las realidades de la existencia presente en el aquí y el ahora ocupando la mente con recuerdos nostálgicos de “cuando éramos felices y no lo sabíamos”, de las veces que viajamos, el dinero que ganamos, las compras que hacíamos, la ropa que vestíamos, el carro que tuvimos y los encuentros de familia que celebramos con abundancia. Desde mi pensar y sentir como venezolano, pareciera que nuestra concepción de la historia como análisis de la existencia humana, se quedó apegada a esa imagen ideal de un tiempo que –a juicio de unos cuantos– fue mejor, lo que mantiene el estado de la falta de aceptación de las circunstancias existenciales de sufrimiento colectivo que hoy forman parte ineludible de nuestro tiempo e inevitablemente de nuestra vida.
¿Quiere decir esto que debemos asumir un estado anímico de resignación pasiva o resentimiento ante las circunstancias adversas de nuestro entorno? Frankl deja claro que “cuando uno se enfrenta a un destino ineludible, inapelable e irrevocable… entonces la vida ofrece la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo: aceptar el sufrimiento”3. Considerando los horizontes de tiempo, situación y cultura, nuestro presente, obviamente, se distancia de la realidad única del sufrimiento inevitable del psiquiatra austríaco, dadas las particulares circunstancias históricas de su cautiverio, lo que permite germinar cierta esperanza viva en cuanto a la revocabilidad de este actual estado de cosas en nuestro país. El mismo Frankl insta a combatir oportunamente el sufrimiento evitable que no es necesario para conferirle un sentido a la vida, ya que la acción contraria –dice Frankl– sería masoquismo. En todo caso, es la libertad interior la que nos conducirá a decidir la mejor actitud y conducta ante situaciones adversas.


Es aquí cuando la visión logoterapéutica del ser humano plantea otra perspectiva, la de enfrentar con coraje nuestros “campos de concentración”, tomando conciencia de nuestra existencialidad, de ese modo específico de ser humano, e iniciar con honestidad la búsqueda de un sentido a la vida en todas sus dimensiones a pesar o en medio de la adversidad que el entorno social nos presenta. Mientras no seamos capaces de aprehender con libertad y conciencia nuestra realidad y la de los demás para la búsqueda de significados en todo lo que nos circunda o acontece, estaremos perdiendo posibilidades únicas de realización personal, así como la oportunidad de crecer espiritualmente con sentido de autotrascendencia, como bien lo señala Frankl: “… en multitud de ocasiones, son las circunstancias excepcionalmente adversas o difíciles las que otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo”.4
En definitiva, y a modo de conclusión, he observado como los estados internos de incertidumbre que surgen de las situaciones de sufrimiento personal o colectivo del que no se vislumbra su final o cuya salida es remota en el tiempo, pueden ser inoculados con planteamientos de metas vitales que inviten al individuo a trascenderse a mismo, con lo que también estará cumpliendo su propio sentido de realización personal, tal como lo dice Frankl: “la verdadera autorrealización sólo es el efecto profundo del cumplimiento acabado del sentido de la vida”5.
Finalmente, y ante el debilitamiento de los valores materialistas que otorgan seguridad al hombre y la mujer venezolanos y que le servían como base de control interno, se hace necesario constituir un nuevo “asidero interior” centrado en valores espirituales (en el sentido noético) que le sirva de sustento y guía y que, a su vez, movilicen la capacidad de la persona espiritual de tomar distancia de sí ante un entorno hostil, a fin de abrir la posibilidad de enfrentar las adversidades y mirar las circunstancias concretas desde otras perspectivas que permitan comprender significados existenciales y desarrollar de modo consciente una mentalidad orientada a la búsqueda del sentido en todos los acontecimientos de la vida.
 Referencias
1 En alemán, campamento, por trasliteración “campo de concentración nazi”.
2 Frankl, V. (2004). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Heder, p. 95.
3 Ibidem, p. 134.

4 Ibidem, p. 97. 5 Ibidem, p. 133.  

Renzo Salazar
Cursante del Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (IV Cohorte).

Instituto Venezolano de Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”



martes, 17 de julio de 2018

El sentido detrás de las rejas


     Leer “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl me hizo retroceder al tiempo
cuando laboraba en el área penitenciaria, específicamente en el IJ Rodeo II, lugar donde
precisamente conozco por primera vez la obra de Frankl gracias al capellán del internado.
Y es que las similitudes entre lo que Frankl describía sobre los prisioneros en los campos
de concentración y estos internos, eran palpables. Y no solo es el hecho de estar recluido en
un espacio físico determinado, el “campo de concentración” puede ser muchas cosas,
circunstancias inesperadas, abrumadoras, esas que dan la sensación que nunca van a pasar,
que no podrás escapar.
     Voy a hacer referencia a tres características descritas en “El hombre en busca de sentido”
(Frankl, V. 2004) las cuales identificó Frankl en los prisioneros, sus compañeros e incluso
él mismo, durante su permanencia en los campos de concentración.
     La primera tiene que ver con la apatía, esa transformación en el prisionero, embotado por
sus propios sentimientos, que le hacía perder la capacidad de asombro y de sensibilidad
ante las crueles escenas que se desarrollaban alrededor. En el centro penitenciario lo pude
observar, pero lo llamativo para mí no era tanto que esta actitud estuviese en los internos,
pues de cierta manera era esperable; lo que realmente me sorprendía era observarlo en el
personal del lugar, incluido el personal asistencial. La violencia en los centros
penitenciarios no es secreto, en este caso para ese momento la población reclusa rondaba
los 400 internos. La dinámica del lugar era que permanecieran con las celdas cerradas, no
había “desplace”, y solo algunos privilegiados podían estar fuera de sus áreas de reclusión
por diversos motivos. Los días de visita la rutina cambiaba, las celdas eran abiertas y
entonces era la oportunidad para saldar deudas entre los internos, lo cual por lo general
daba como resultado al menos un fallecido.
     Cada miércoles al llegar al lugar de trabajo era común encontrarse con un cadáver,
inevitable ver el cuerpo descubierto aún ensangrentado; solo se preguntaba el nombre,
buscar el expediente y cambiarlo a la gaveta de “fallecidos”. Sin más comentario se
continuaba la jornada, a veces salía a relucir la expresión: “el que a hierro mata, no puede
morir a sombrerazos”. Incluso podría haber sido un interno con el cual hubiese un contacto
constante, aun así la apatía se mantenía.
     Otra elemento descrito por Frankl era el impacto del insulto, causante de indignación sobre
todo al ser juzgado injustamente. Recuerdo vivamente como uno de los internos del penal,
quien afirmaba estar preso siendo inocente producto de una confusión, relataba su
experiencia luego de una fuerte requisa, donde los insultos son protagonistas, incluyendo
acciones humillantes como el quitarles la ropa, obligarles a acostarse boca abajo en el piso
mientras los guardias les caminaban por encima y golpeaban aleatoriamente con su arma.
     Ante esta vivencia me decía: (Vb) “nunca seré el mismo, más nunca me dejaré pisotear por
nadie”.
     Finalmente, el humor, al que Frankl describe como una especie de mecanismo de defensa
que “permite un distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque
sea por un breve tiempo” (p.70). Y esto se observa en múltiples contextos, no solo el
penitenciario. Muchas veces ha sido una actitud muy criticada, venezolanos se acusan entre
sí de tomar todo “en broma”, aún en las difíciles circunstancias actuales, cuando es la
evidencia de que esa situación afecta tanto que se necesita ese bálsamo para sobrellevarlo.
     Por otra parte, la logoterapia está centrada en el futuro, siendo la esencia de la existencia la
“capacidad del ser humano para responder responsablemente a las demandas que la vida le
plantea en cada situación particular”. (p. 131); ¿cuál impacto pudiera tener en estos jóvenes
recluidos como consecuencia de cometer un delito el asumir responsabilidad sobre sus
actos?
     En la gran mayoría de las entrevistas realizadas, la verdad no recuerdo ninguna que no
hubiese sido así, el culpable de sus actos siempre era otro: el sujeto que lo provocó, el
padre/madre que no cuidaron de él, la sociedad que no le tendió la mano, la pobreza, el
barrio, la circunstancia. Nunca un “fue mi elección”. Asumir la responsabilidad sobre
nuestras actitudes ante cada situación, da un cambio de perspectiva, y por lo tanto de
conducta, incluso el repertorio emocional ya no es igual.


















Bibliografía
Frankl, Viktor (2004) El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder Editorial.
Lcda. Yalileth Revetti
Cursante del Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (IV
Cohorte). Instituto Venezolano de Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”.

YALILETH REVETTI
Cursante del Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (IV Cohorte).
Instituto Venezolano de Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”

La logoterapia en mi cotidianidad

     La primera vez que escuché hablar de Logoterapia, fue en mi segundo año de residencia en el postgrado de psiquiatría, estudios ...