Por: Renzo Salazar
La mayoría de los seres humanos orientamos nuestra vida hacia un futuro
de posibilidades. En situaciones
ambientales favorables nos resulta cómodo desarrollar proyectos de crecimiento
personal y profesional que satisfagan nuestras necesidades de autorrealización.
Cuando sentimos que el entorno es
seguro nos lanzamos a la conquista de nuestro destino con confianza y
determinación. Los escenarios positivos se convierten en aliados de nuestros
objetivos vitales. Ahora, ¿qué sucede cuando alrededor de nuestra vida surgen
situaciones adversas inesperadas e imprevisibles que no parecen tener final?,
¿cómo miramos el futuro cuando el
contexto social nos sumerge en un estado de duda, inseguridad y falta de
control sobre los acontecimientos del presente? Basado en la experiencia extrema del psiquiatra austríaco Viktor Frankl
en su ya conocido cautiverio en campos
de concentración nazi, disertaré desde mi realidad
existencial sobre las posibilidades
únicas que podemos descubrir en una situación externa antagonista de final incierto.
Para aquellos que como yo, por
circunstancias históricas nos ha tocado vivir en la Venezuela de los últimos dos decenios, hemos
estado enfrentando un singular trance
en la línea de tiempo
de la historia contemporánea de la
nación cargado de intensas experiencias emocionales por el particular clima de “neurosis colectiva” provocado, entre otras cosas, por el evidente deterioro
de la calidad de vida de la inmensa mayoría de la población del país. Es así como los sentimientos de ira, miedo,
ansiedad, frustración, tristeza y melancolía parecen manifestar signos
preocupantes para la salud psíquica, física y social
del venezolano. Un fenómeno sociológico que está siendo observado con seriedad por especialistas en sus áreas, más aún cuando
se percibe que la
llamada “situación país” no tendrá
una pronta solución
por el desconocimiento que se tiene del
tiempo en que terminará esta
situación de la existencia.
De allí que, ante este debilitamiento moral, cada
vez es más frecuente escuchar expresiones saturadas de la incertidumbre que
produce el final del “cautiverio”. En mis conversaciones me han planteado cosas
como ¿qué va a pasar con el futuro de mi familia? ¿Qué sentido tiene estudiar y
prepararse? ¿Para qué fijarse objetivos y hacer planes para el futuro? ¿Para
qué emprender negocios en la actualidad? Para muchos, la falta de control sobre
el entorno, el no
saber qué puede ocurrir con las opciones planteadas
y no poder vislumbrar un final claro, significa que todo proyecto personal o
profesional queda suspendido o pierde sentido, y con ello queda frustrada la
búsqueda de la autorrealización. Esto nos remite a la condición incierta de la
vida de los prisioneros del lager1
que Frankl denominaba “existencia provisional cuya duración se desconoce”2,
caracterizada por lo imprevisible y la ausencia de seguridad para plantearse
objetivos vitales y tomar decisiones de cara al futuro.
Ante las
frustraciones del presente y la ausencia de metas futuras, cual
prisioneros mentales de un pasado que
se nos fue y de un mañana que aun no termina de llegar, muchos venezolanos
evadimos las realidades de la
existencia presente en el aquí y el ahora ocupando la mente con recuerdos nostálgicos de “cuando éramos
felices y no lo
sabíamos”, de las veces que viajamos, el dinero que ganamos,
las compras que hacíamos, la ropa que
vestíamos, el carro que tuvimos y
los encuentros de familia que celebramos con abundancia. Desde mi pensar y
sentir como venezolano, pareciera que nuestra concepción de la historia como
análisis de la existencia humana, se quedó apegada a esa imagen ideal de un tiempo que –a juicio de unos cuantos– fue mejor, lo que mantiene el estado de la falta de aceptación de las circunstancias existenciales de sufrimiento colectivo que hoy
forman parte ineludible de nuestro tiempo e inevitablemente de nuestra vida.
¿Quiere decir esto que debemos asumir
un estado anímico de resignación pasiva o resentimiento ante las circunstancias
adversas de nuestro entorno? Frankl deja claro que “cuando uno se enfrenta a un
destino ineludible, inapelable e irrevocable… entonces la vida ofrece la oportunidad
de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo: aceptar el
sufrimiento”3. Considerando los horizontes de tiempo, situación y
cultura, nuestro presente, obviamente, se distancia de la realidad única del
sufrimiento inevitable del psiquiatra austríaco, dadas las particulares
circunstancias históricas de su cautiverio, lo que permite germinar cierta
esperanza viva en cuanto a la revocabilidad de este actual estado de cosas en
nuestro país. El mismo Frankl insta a combatir oportunamente el sufrimiento
evitable que no es necesario para conferirle un sentido a la vida, ya que la
acción contraria –dice Frankl– sería masoquismo. En todo caso, es la libertad
interior la que nos conducirá a decidir la mejor actitud y conducta ante
situaciones adversas.
Es aquí cuando la visión logoterapéutica
del ser humano plantea otra perspectiva, la de enfrentar con coraje nuestros
“campos de concentración”, tomando conciencia de nuestra existencialidad, de
ese modo específico de ser humano, e iniciar con honestidad la búsqueda de un
sentido a la vida en todas sus dimensiones a pesar o en medio de la adversidad
que el entorno social nos presenta. Mientras no seamos capaces de aprehender
con libertad y conciencia nuestra realidad y la de los demás para la búsqueda
de significados en todo lo que nos circunda o acontece, estaremos perdiendo
posibilidades únicas de realización personal, así como la oportunidad de crecer
espiritualmente con sentido de autotrascendencia, como bien lo señala Frankl:
“… en multitud de ocasiones, son las circunstancias excepcionalmente adversas o
difíciles las que otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente
más allá de sí mismo”.4
En definitiva, y a modo de conclusión, he observado
como los estados internos de incertidumbre que surgen de las situaciones de sufrimiento personal o
colectivo del que no se vislumbra su final
o cuya salida es remota en el tiempo,
pueden ser inoculados con planteamientos de metas vitales que inviten al
individuo a trascenderse a sí mismo,
con lo que también estará
cumpliendo su propio sentido
de realización personal, tal como lo dice Frankl:
“la verdadera autorrealización sólo es el
efecto profundo del cumplimiento acabado del sentido de la vida”5.
Finalmente, y ante el debilitamiento de
los valores materialistas que otorgan seguridad al hombre y la mujer
venezolanos y que le servían como base de control interno, se hace necesario
constituir un nuevo “asidero interior” centrado en valores espirituales (en el
sentido noético) que le sirva de sustento y guía y que, a su vez, movilicen la
capacidad de la persona espiritual de tomar distancia de sí ante un entorno
hostil, a fin de abrir la posibilidad de enfrentar las adversidades y mirar las
circunstancias concretas desde otras perspectivas que permitan comprender
significados existenciales y desarrollar de modo consciente una mentalidad
orientada a la búsqueda del sentido en todos los acontecimientos de la vida.
1 En alemán,
campamento, por trasliteración “campo de concentración nazi”.
2 Frankl, V. (2004). El hombre en busca de sentido.
Barcelona: Heder, p. 95.
3 Ibidem, p. 134.
4 Ibidem, p. 97. 5 Ibidem, p. 133.
Renzo Salazar
Cursante del Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (IV Cohorte).
Cursante del Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (IV Cohorte).
Instituto Venezolano de Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”
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