miércoles, 18 de julio de 2018

Buscando sentido en la incertidumbre


Por: Renzo Salazar

La mayoría de los seres humanos orientamos nuestra vida hacia un futuro de posibilidades. En situaciones ambientales favorables nos resulta cómodo desarrollar proyectos de crecimiento personal y profesional que satisfagan nuestras necesidades de autorrealización. Cuando sentimos que el entorno es seguro nos lanzamos a la conquista de nuestro destino con confianza y determinación. Los escenarios positivos se convierten en aliados de nuestros objetivos vitales. Ahora, ¿qué sucede cuando alrededor de nuestra vida surgen situaciones adversas inesperadas e imprevisibles que no parecen tener final?, ¿cómo miramos el futuro cuando el contexto social nos sumerge en un estado de duda, inseguridad y falta de control sobre los acontecimientos del presente? Basado en la experiencia extrema del psiquiatra austríaco Viktor Frankl en su ya conocido cautiverio en campos de concentración nazi, disertaré desde mi realidad existencial sobre las posibilidades únicas que podemos descubrir en una situación externa antagonista de final incierto.

Para aquellos que como yo, por circunstancias históricas nos ha tocado vivir en la Venezuela de los últimos dos decenios, hemos estado enfrentando un singular trance en la línea de tiempo de la historia contemporánea de la nación cargado de intensas experiencias emocionales por el particular clima de “neurosis colectiva” provocado, entre otras cosas, por el evidente deterioro de la calidad de vida de la inmensa mayoría de la población del país. Es así como los sentimientos de ira, miedo, ansiedad, frustración, tristeza y melancolía parecen manifestar signos preocupantes para la salud psíquica, física y social del venezolano. Un fenómeno sociológico que está siendo observado con seriedad por especialistas en sus áreas, más aún cuando se percibe que la llamada “situación país” no tendrá una pronta solución por el desconocimiento que se tiene del tiempo en que terminará esta situación de la existencia.
De allí que, ante este debilitamiento moral, cada vez es más frecuente escuchar expresiones saturadas de la incertidumbre que produce el final del “cautiverio”. En mis conversaciones me han planteado cosas como ¿qué va a pasar con el futuro de mi familia? ¿Qué sentido tiene estudiar y prepararse? ¿Para qué fijarse objetivos y hacer planes para el futuro? ¿Para qué emprender negocios en la actualidad? Para muchos, la falta de control sobre el entorno, el no


saber qué puede ocurrir con las opciones planteadas y no poder vislumbrar un final claro, significa que todo proyecto personal o profesional queda suspendido o pierde sentido, y con ello queda frustrada la búsqueda de la autorrealización. Esto nos remite a la condición incierta de la vida de los prisioneros del lager1 que Frankl denominaba “existencia provisional cuya duración se desconoce”2, caracterizada por lo imprevisible y la ausencia de seguridad para plantearse objetivos vitales y tomar decisiones de cara al futuro.
Ante las frustraciones del presente y la ausencia de metas futuras, cual prisioneros mentales de un pasado que se nos fue y de un mañana que aun no termina de llegar, muchos venezolanos evadimos las realidades de la existencia presente en el aquí y el ahora ocupando la mente con recuerdos nostálgicos de “cuando éramos felices y no lo sabíamos”, de las veces que viajamos, el dinero que ganamos, las compras que hacíamos, la ropa que vestíamos, el carro que tuvimos y los encuentros de familia que celebramos con abundancia. Desde mi pensar y sentir como venezolano, pareciera que nuestra concepción de la historia como análisis de la existencia humana, se quedó apegada a esa imagen ideal de un tiempo que –a juicio de unos cuantos– fue mejor, lo que mantiene el estado de la falta de aceptación de las circunstancias existenciales de sufrimiento colectivo que hoy forman parte ineludible de nuestro tiempo e inevitablemente de nuestra vida.
¿Quiere decir esto que debemos asumir un estado anímico de resignación pasiva o resentimiento ante las circunstancias adversas de nuestro entorno? Frankl deja claro que “cuando uno se enfrenta a un destino ineludible, inapelable e irrevocable… entonces la vida ofrece la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo: aceptar el sufrimiento”3. Considerando los horizontes de tiempo, situación y cultura, nuestro presente, obviamente, se distancia de la realidad única del sufrimiento inevitable del psiquiatra austríaco, dadas las particulares circunstancias históricas de su cautiverio, lo que permite germinar cierta esperanza viva en cuanto a la revocabilidad de este actual estado de cosas en nuestro país. El mismo Frankl insta a combatir oportunamente el sufrimiento evitable que no es necesario para conferirle un sentido a la vida, ya que la acción contraria –dice Frankl– sería masoquismo. En todo caso, es la libertad interior la que nos conducirá a decidir la mejor actitud y conducta ante situaciones adversas.


Es aquí cuando la visión logoterapéutica del ser humano plantea otra perspectiva, la de enfrentar con coraje nuestros “campos de concentración”, tomando conciencia de nuestra existencialidad, de ese modo específico de ser humano, e iniciar con honestidad la búsqueda de un sentido a la vida en todas sus dimensiones a pesar o en medio de la adversidad que el entorno social nos presenta. Mientras no seamos capaces de aprehender con libertad y conciencia nuestra realidad y la de los demás para la búsqueda de significados en todo lo que nos circunda o acontece, estaremos perdiendo posibilidades únicas de realización personal, así como la oportunidad de crecer espiritualmente con sentido de autotrascendencia, como bien lo señala Frankl: “… en multitud de ocasiones, son las circunstancias excepcionalmente adversas o difíciles las que otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo”.4
En definitiva, y a modo de conclusión, he observado como los estados internos de incertidumbre que surgen de las situaciones de sufrimiento personal o colectivo del que no se vislumbra su final o cuya salida es remota en el tiempo, pueden ser inoculados con planteamientos de metas vitales que inviten al individuo a trascenderse a mismo, con lo que también estará cumpliendo su propio sentido de realización personal, tal como lo dice Frankl: “la verdadera autorrealización sólo es el efecto profundo del cumplimiento acabado del sentido de la vida”5.
Finalmente, y ante el debilitamiento de los valores materialistas que otorgan seguridad al hombre y la mujer venezolanos y que le servían como base de control interno, se hace necesario constituir un nuevo “asidero interior” centrado en valores espirituales (en el sentido noético) que le sirva de sustento y guía y que, a su vez, movilicen la capacidad de la persona espiritual de tomar distancia de sí ante un entorno hostil, a fin de abrir la posibilidad de enfrentar las adversidades y mirar las circunstancias concretas desde otras perspectivas que permitan comprender significados existenciales y desarrollar de modo consciente una mentalidad orientada a la búsqueda del sentido en todos los acontecimientos de la vida.
 Referencias
1 En alemán, campamento, por trasliteración “campo de concentración nazi”.
2 Frankl, V. (2004). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Heder, p. 95.
3 Ibidem, p. 134.

4 Ibidem, p. 97. 5 Ibidem, p. 133.  

Renzo Salazar
Cursante del Diplomado en Logoterapia, Análisis Existencial y Sentido de Vida (IV Cohorte).

Instituto Venezolano de Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”



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