El ser humano posee, desde una gran cantidad de teorías y posturas, la
capacidad innata de sobreponerse a cualquier situación que la vida (dentro de
sus misterios y cuestiones que aún nos cuesta comprender) le hace experimentar
en diferentes circunstancias, incluso por encima del ámbito biológico (en
referencia al instinto de supervivencia natural). “Trascender” es una palabra
que tomará mucho protagonismo en los siguientes párrafos, llevado a diferentes
ámbitos en lo que a “ir más allá” y “superarse” se refiere, pues, el siguiente
autor de quién tendré el gusto de escribir, hace de la trascendencia personal
algo capaz de romper hasta con el concepto de sufrimiento más ortodoxo y extremo
posible. Se trata de Viktor Frankl, un psiquiatra y psicoterapeuta cuya
destacada experiencia existencial dentro de los campos de concentración nazi,
le llevaron a trascender, no de manera forzada sino más bien, de forma
voluntaria y decidida, cada uno de los aspectos de la vida humana que se ven
violentados y casi destruidos dentro de estos campos, al punto de no solo ser
un sobreviviente de dichos lugares, sino de haberle dado un enorme sentido a lo
que anteriormente eran ideas apuntadas en notas, y que hoy es uno de los
enfoques humanistas - existenciales más relevantes, así como su gran obra: “El
Hombre en Busca de Sentido”.
Para todos
aquellos acontecimientos, experiencias, hechos o historias donde una persona
fue capaz de sobreponerse ante una circunstancia catastrófica o de mucho
sufrimiento, bien sea de carácter emocional o físico, se emplea siempre el
término “resiliencia”, el cual define bien este tipo de experiencias, o mejor
dicho, la capacidad del ser humano frente a ellas. Pero cuando pienso en el Dr.
Viktor Frankl, siento que “resiliencia” deja muchos espacios que quedarían sin
ser contados, por eso empleo palabra “trascendencia”, pues como bien mencioné
antes, en los campos de concentración la vida humana pierde valor, al punto de
ser reducida a un simple número (prisionero Nro. 119.104 para Frankl) por lo
tanto, ser resiliente no es suficiente en este contexto, hay que ir mucho más
allá y esto fue lo que hizo Frankl.
Hoy en día, y en
nuestro contexto venezolano, existen dos tipos de campos de concentración, que
probablemente puedan existir también en otros países en crisis o situaciones
similares. Estos son: los campos de concentración colectivos y los personales.
Para los primeros, existen sufrimientos colectivos que, como ciudadanos de un
mismo país, nos afectan de manera común, los cuales aplican desde lo macro:
servicios públicos, gobernantes, sistema educativo, sistema judicial, economía,
entre otros, cuyo mal funcionamiento y corrupción que les caracteriza es razón
y motivo suficiente para un malestar común en todos sus aspectos. Sin embargo,
respecto a los segundos, los campos de concentración personales, pueden llegar
a implicar mucho más sufrimiento que los colectivos (aunque en algunos casos ambos están
directamente relacionados) donde el aspecto emocional o físico tienen un papel
fundamental según sea el caso. Curiosamente, Frankl vivió ambos de forma simultánea,
pues era uno de muchos prisioneros dentro de un mismo infierno, donde también
experimentó la lucha personal contra el sufrimiento.
Frustración existencial, neurosis noógena y vacío existencial son solo
algunos de los síntomas que se repiten históricamente, desde el holocausto
hasta nuestra actualidad, incluso, con la situación de Venezuela. Así como en
su momento Viktor Frankl se sobrepuso a ellas, bajo una serie de habilidades y
capacidades propias del ser humano, asimismo el venezolano puede trascender el
sufrimiento de nuestra crisis actual. Ahora bien, lograr que cada uno descubra
sus capacidades de trascender es una tarea que, así como en los campos de concentración,
corresponde una responsabilidad colectiva y personal. Desde lo colectivo,
especialmente, los profesionales de la salud mental en ejercicio, tenemos la
responsabilidad de llevar al paciente a un profundo y existencial “darse
cuenta”, dentro de sus malestares emocionales y sufrimientos. Desde lo personal,
Viktor Frankl nos enseña que a pesar de lo que una situación pueda arrebatarle
a una persona, ésta siempre va a tener la opción y la voluntad de tomar una decisión
frente a ello, así como también decidir la actitud con la que afrontará dicha
experiencia y lo que ella deje en su vida.
Finalmente, y
apoyándome en la filosofía de vida del Dr. Frankl, el ser humano tendrá siempre
herramientas con las cuales podrá enfrentar lo que sea, bajo cualquier
circunstancia. Algunos poseemos herramientas externas que se relacionan
directamente con las internas, como por ejemplo el arte o el deporte.
Aferrarnos a aquello que representa de manera tangible algo tan complejo como
nuestra esencia puede llegar a ser, en instancias de campos de concentración personales,
lo único que nos mantenga vivos dentro de él y encontrarle sentido al
sufrimiento. Vivimos en tiempos de una extraña postmodernidad, en una especie
de cultura de la muerte y de la deshumanización, por lo que cada día urge con
más intensidad la presencia de la Logoterapia en Venezuela y en el mundo, aun
considerando que ésta no es la cura de todos los males, en el contexto actual
es, si se quiere, una de las corrientes psicoterapéuticas más necesaria en
estos tiempos.
Referencias Bibliográficas
Frankl, V. (2001). El Hombre en Busca de Sentido. Vigésima primera
edición.
Barcelona: Editorial Heder
Héctor J. Guillén
Diplomado en Logoterapia, Análisis
Existencial y Sentido de Vida (III Cohorte).
Instituto Venezolano de
Logoterapia y Análisis Existencial “Viktor Frankl”